Depresión y prevención del suicidio
La depresión es un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración.
La depresión puede llegar a hacerse crónica o recurrente y dificultar sensiblemente el desempeño en el trabajo o la escuela y la capacidad para afrontar la vida diaria. En su forma más grave, puede conducir al suicidio. Si es leve, se puede tratar sin necesidad de medicamentos, pero cuando tiene carácter moderado o grave se pueden necesitar medicamentos y psicoterapia profesional.
Diferentes factores ambientales o externos a la persona, como algunos medicamentos, eventos estresantes o el consumo de drogas, pueden aumentar el riesgo a desarrollar depresión. Además, existen evidencias de que la variación genética también interviene en la susceptibilidad a la depresión. Y lo que es más, factores genéticos y ambientales pueden interaccionar entre sí.
Tipos de Depresión
Podemos clasificar la depresión en cuatro subtipos:
Depresión mayor. Es un trastorno del estado de ánimo. Se presenta cuando los sentimientos de tristeza, pérdida, ira o frustración interfieren con la vida diaria durante un largo período de tiempo. También cambia la manera en la que funciona el cuerpo. Los síntomas depresivos son intensos y aparecen en episodios.
Distimia (o trastorno distímico). Los síntomas depresivos son menos intensos, pero son más incapacitantes porque son crónicos (duran como mínimo dos años). Es posible que pierdas interés en las actividades normales de la vida cotidiana, que te sientas desesperanzado, que te vuelvas improductivo y que tengas baja autoestima y una sensación general de ineptitud. Estos sentimientos duran años y pueden afectar en gran medida tus relaciones y tu desempeño en la escuela, en el trabajo y en las actividades diarias.
Trastorno adaptativo. Los síntomas depresivos son leves, están presentes durante un período breve de tiempo y se deben a algún problema (factor estresante agudo) que ha sufrido el paciente.
Otros trastornos depresivos. En este apartado hay que incluir los síndromes depresivos que pueden formar parte del conjunto de síntomas de otras enfermedades psiquiátricas (trastorno bipolar) y no psiquiátricas (anemias, esclerosis múltiple, hipotiroidismo).
Causas
La depresión puede tener parte genética, puede adquirirse por comportamientos aprendidos en su hogar o en su entorno, puede desencadenarlo un hecho estresante o infeliz de su vida o una combinación de diferentes factores.
- Factores relacionados con la personalidad del paciente. Presentar un carácter con alguna cualidad extrema (inseguridad, dependencia, hipocondría, perfeccionismo, autoexigencia) predispone a padecer depresiones.
- Factores ambientales. Sufrir algún problema (económico, familiar, de salud) predispone a padecer un trastorno depresivo.
- Factores biológicos. Sobre este punto, se deben destacar diversos aspectos: alteraciones cerebrales, alteraciones en neurotransmisores (la serotonina, la noradrenalina y la dopamina) o alteraciones genéticas.
Evolución y prevención del Suicidio
La duración de un episodio depresivo puede variar desde varias semanas a varios meses o incluso años. La mayoría de las personas suelen estar completamente bien entre 4 y 6 meses. Sin tratamiento puede durar semanas, meses e incluso años.
Lo habitual, es la desaparición de todos los síntomas con el tratamiento, aunque existe el riesgo de desarrollar otro episodio depresivo después de la recuperación total. Las recaídas son más frecuentes en personas cuyos síntomas no desaparecen del todo entre episodios. Sin embargo cuando la persona está recibiendo tratamiento y realiza un seguimiento adecuado, el riesgo de que los síntomas y el sufrimiento vuelvan a aparecer se reduce notablemente. De ahí el interés en la atención temprana de la enfermedad así como en mantener el tratamiento todo el tiempo necesario (como mínimo varios meses después de la mejoría).
La prevención del suicidio va más allá del acto suicida, es decir, su objetivo debe fijarse primordialmente en la atención de las diversas manifestaciones del comportamiento suicida (ideación, amenazas, gestos suicidas y/o tentativas de suicidio). Para esto se recomienda reducir los factores de riesgo y a la vez reforzar los factores de protección, influyendo tanto en el estado psicológico como en el medio ambiente físico y/o las condiciones culturales/ subculturales.
Es fundamental acabar con el tabú del suicidio para poder ayudar de forma eficaz a las personas con más riesgo y darles todo el apoyo afectivo y profesional que necesitan.